Y mi estudiante de apreciación cinematográfica 103, dijo: “ya aburre”.

 

Era nuestra primera clase, yo estaba súper entusiasmada de poder, una vez más, transmitir algo de conocimiento, el poco que tengo o retengo, y de ser parte de un espacio de formación que tal vez me sirve más a mí que a ellos. Con mucho optimismo les había mostrado un cortometraje dirigido, escrito y actuado por mujeres, con una protagonista gorda y semidesnuda. Al abrir la ronda de comentarios, esperando escuchar entusiastas intervenciones sedientas de análisis cinematográfico, artístico y narrativo, me encontré con un único comentario que decía: “el feminismo en las películas, ya aburre”.

¿Ya? ¿Tan pronto? ¿En serio? Pero si ni siquiera hemos empezado. No han visto nada aún. No tienen idea de todo el plan macabro que las cineastas feministas tenemos armado, para destrozar todo el storytelling mundial y dominar la narrativa, lavando cerebros débiles y vírgenes con nuestro régimen feminista. Por favor, entiéndase y léase el sarcasmo en este texto porque en realidad no hay ningún plan, simplemente las aburridas somos nosotras. Más bien, estamos cansadas, o si me permiten decirlo: estamos hasta los ovarios. Y venimos décadas (muchas más de las que mi estudiante tiene de vida) tratando de ganar espacios legítimos, seguros y profesionales donde podamos contar nuestras miles de historias que están sin ser contadas aun; historias alejadas de las expectativas patriarcales, de la norma, de lo lindo y correcto, de lo comercial…

El feminismo en el cine no está ni siquiera cerca de tener una presencia fuerte en los distintos círculos, festivales, mercados y muestras cinematográficas alrededor del mundo; salvo sea en los espacios generados por las mismas mujeres y que todavía no son consideradas plataformas legítimas e influyentes frente a la industria. Y ni que hablar de la poca presencia, casi total ausencia, del feminismo en los contenidos televisivos. Menos del 20% del cine mundial está escrito por mujeres; en España, por ejemplo, menos del 14% de mujeres profesionales en publicidad y marketing llegan a ser directoras creativas, me imagino que la cifra en Latinoamérica es mucho más preocupante, por este lado del mundo la mujer es el producto, no la productora. De los 55.501 títulos de libros registrados el 2018, solo el 32% fueron de autoría femenina según el ISBN, aunque está comprobado que las mujeres leen más libros que los hombres, por un 10%. En Bolivia, según el estudio y artículo “Rompiendo el techo del celuloide” de la diseñadora de producción y cineastas boliviana Sol Calle, solo el 13% de guiones bolivianos son escritos por mujeres y solo el 8% de películas bolivianas son dirigidas por mujeres; y aun así, la audiencia ya está aburrida de nosotras.

La realidad es que esta audiencia aburrida en gran número está conformada por mujeres que todavía están negadas a lo inevitable: su propio feminismo, único y personal, porque el feminismo es inevitable y es cuestión de tiempo; está en constante evolución y movimiento, es una fuerza en crecimiento que ya no se puede detener. Nace de la experiencia y proceso personal de cada una y llega tarde o temprano, por eso no se trata de forzar, solo de esperar a que poco a poco las hermanas vayan reaccionando y decidan tomar la pastilla roja (referencia cinematográfica que más vale que todos mis estudiantes entiendan, sino perderán diez puntos). Así que a las mujeres que están leyendo esto, negadas a lo inevitable, las espero del otro lado con té y galletitas.

Saliendo de la clase, dejándoles mucha tarea de revancha, no pude evitar comparar nuestros aburrimientos. Yo también estoy aburrida de décadas de absurdos estereotipos machistas en la construcción de los personajes e imagen femenina en la pantalla, grande, chica, ahora vertical; en la literatura, en la poesía, en las canciones, en los comerciales, en todo. Estoy realmente harta, pero es un aburrimiento mezclado con indignación, bronca, impotencia, dolor, más bronca; que de alguna manera se convierte en un impulso para accionar y crear. Eso quiere decir que mi aburrimiento es mucho más productivo y necesario.

¿Qué será lo que realmente aburre a mi estudiante? ¿A todos los estudiantes del mundo? Tal vez el posible feminismo en la escena de las Avengers, donde se las ve luchando juntas; y que fue catalogada como un momento forzado; película que pertenece a Marvel Studios, actualmente dirigida por Victoria Alonso (mujer). O tal vez le aburre la nueva sirenita afroamericana o le incomoda la nueva versión de Los Ángeles de Charlie dirigida por Elizabeth Banks (mujer), película en la que mi amigo más machista se quejó por la falta de minifaldas en las protagonistas. Pecaré de prejuiciosa, pero podría asegurar que mi estudiante no tiene muchos más insumos para alimentar su aburrimiento, que la lucha de género comercializada por la gran industria cinematográfica, donde las colegas se ven obligadas a seguir funcionando bajo la norma machista para no perder oportunidades y fuentes de trabajo; esto rebota a todas las mini industrias cinematográficas de Latinoamérica, pero no hay problema, como soy tan buena y abnegada docente, usaré el hermoso y obsoleto sistema educativo para obligar al estudiante a ver más mujeres gordas en la pantalla, dentro de películas independientes y experimentales hechas por mujeres; y además tendrá que verlas por nota. Aplicaré una especie de terapia de choque para combatir su aburrimiento. Espero no sea necesario aclarar, nuevamente, el evidente sarcasmo en este texto que me sirve de catarsis ante la frustración de encontrarme cada día con uno de estos “estudiantes” expresando, sin miedo y con aburrimiento, su absoluta ignorancia, falta de empatía y misoginia disfrazadas de opinión.

Me acordé de Virginie Despentes diciendo que “cuando los hombres ponen en escena personajes femeninos, rara vez suele ser para tratar de comprender sus vivencias o lo que ellas sienten como mujeres. Es más bien para poner en escena su sensibilidad de hombres en un cuerpo de mujer”.  Ahí caí en cuenta, lo que realmente les aburre son los personajes femeninos pensados y creados por mujeres, encarnados en cuerpos reales no hegemónicos.

Ese día llegué a casa a refugiarme en mi taller de guion solo para mujeres, el espacio más seguro y creativo que he conocido en los últimos cinco años. Pero no dejé de poner en una balanza los aburrimientos. ¿Cuánto pesa nuestro aburrimiento por las décadas de ver en la televisión, publicidades de productos de limpieza o de cocina, dirigidos a las amas de casa (porque al parecer los hombres no son un cliente para dichos productos), donde representan a las mujeres como madres y esposas perfecta e inmaculadas, blancas, mansas, que sonríen mientras limpian los pisos? ¿Quién tiene el peinado así de perfecto mientras limpia los pisos? ¿En serio soy la única aburrida de ver eso en la tele? Quiero creer que no.

¿Cuánto pesa nuestro aburrimiento frente al envejecimiento negado que tienen los rostros de mujeres famosas dentro de la industria audiovisual en todas las pantallas y plataformas? Aburridísimo ¿Y qué con las décadas de cosificación de la mujer en todos los formatos en los que el ser humano viene contando historias desde el principio de los tiempos? Que aburrido ser la musa ¿Qué pasa con la falta de equidad de género en los roles en la industria audiovisual? Me duermo de aburrimiento ¿Con los abusos, agresiones sexuales, violencia, acoso laboral al que, me atrevo a decir, el 100% de las mujeres estamos expuestas? Que aburrido, realmente.

De todas formas, el único comentario de mi clase me enseñó algo importante: las historias que contamos las mujeres no son para todos y eso está bien. Son para quienes quieran escuchar, para quienes lo deseen de verdad y lo hagan con apertura, evolución, madurez y pensamiento crítico. Nuestras historias son preciadas, y las tenemos que cuidar y proteger como estamos aprendiendo a cuidarnos y protegernos entre nosotras. Citando a Virginia Wolf, no hay que escribir y contar historias soñando en ejercer influencia sobre otras personas, hay que pensar las cosas tal como son y las cosas son así, nosotras somos gordas, imperfectas, estamos enojadas y definitivamente no sonreímos al fregar ningún piso, así sea el propio piso de nuestro solitario, independiente y soñado espacio que usaremos para escribir y plasmar nuestras historias; el piso del cuarto propio con el que Virginia soñó para todas.

Yo soy una “cuenta historias”, mis historias son escritas, actuadas, dichas y filmadas; y no importa cuántos “estudiantes” me encuentre en lo que me queda de vida, prometo no aburrirme de contar historias de mujeres para mujeres desde las mujeres. A quien le aburra, pues que mire para el otro lado, que de todas formas es algo de lo que la gente jamás se cansa de hacer.

Escrito por:

Denisse Arnacibia Flores
Directora y guionista

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